28 de enero de 2021

Un mundo por contar

Sonaba Flaca de Andrés Calamaro y yo también me preguntaba dónde quedan las raíces del amor. El teatro estaba encendido, aunque por dentro estuviera bajado el telón. ¿Pura metáfora? Sobran los símiles cuando se quiere abrir la puerta de la verdad.

Llega la nieve, el paso descoordinado, como un ejército en la primera clase. Sabiendo la teoría, las fases previas del letargo, viviendo el sueño, pero con el miedo de que se quede en eso.

No hay alcohol aunque quiero hielo, 18 días sin remordimientos. Una mesa, dos vidrios delante y una ventana a la izquierda. ¿Separa el recuerdo o el presente? Sorbo a sorbo la vida se queda fría y yo sigo en la tercera llorera. Después todo es felicidad, dicen. Necesitaré la tarjeta para seguir la cadena.

A continuación un “vámonos”. Eliges tú. Gana el hambre, pierde el tacto, el afecto. Me dejé media vida en un plato, un cuarto se fue a cocinas el otro a paseo.

No digo nada, me gusta escuchar. Tu información siempre será gasolina, poder, siendo diésel. Dos o cuatro ruedas. Da igual. Lo importante es llegar sin caer.

Dije que no hacían falta metáforas pero no paro de verlas. Las canciones del buen Andrés regresan, tú también estuviste ahí, aunque luego se fue el cantante a que le canten a él. Al oído.

No somos tan jóvenes para vivir del pasado, ni tan mayores para olvidarnos del futuro. Nos queda encontrar un abrazo al que llamar hogar y una mochila donde nos quepa todo. Nos queda mucho, un antes o un después, una espera o un acercamiento. Entre barra y barra no hay anexo, y entre silencios cabe un mundo por contar.

Faltó un café para olvidarte. El vals lo dejamos para luego.

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