24 de junio de 2019

Cuando sea noche de San Juan

Cuando despertemos nos encontraremos en el mismo blanco. Estirarás el brazo y ahí estaré, observándote de cerca, sin mirar las mismas estrellas. Ya te tengo delante.

Cuando amanezcamos empapados del libre movimiento de los corazones entenderé el desastre de cada habitación de hotel y sus desayunos a las once de la mañana.

Cuando sonriamos sin tener un porqué, sin saber dónde clavaste el brillo de tu boca, sin conocer el otro lado del amor, me sentiré más despierta que nunca al escuchar de nuevo el canto de lo que estábamos guardando.

Cuando estemos sumidos en el insomnio apoderado del recuerdo, con el momento acechando la espalda y el cuento quede sin final,  me contarás la historia interminable del futuro que quedó guardado en los bolsillos del perdido.

Cuando resguardemos los desastres del ayer y rebusquemos entre las andadas del camino, esperaré no haber nacido para volver a tener que sentarme en el regazo de tus piernas en un transporte incierto después del salto al vacío.

Cuando bailemos con dos sorbos de más envueltos en hielo, sal y limón suspiraré por mirar atrás, volcar del loco patín y tirar el ancla en esa barra de bar para después caer en el bostezo de tu abrazo sin perderme en el olvido.

Cuando sueñe y se cumpla, cuando vuelva a pecar, cuando de la quimera salga Sabina cantando de nuevo a Serrat, cuando se pase el suspiro y surja por fin el café y el hablar, me sentiré como la niña que, aunque cansada, nunca desistió de esperar por el niño que partió para volver a soñar en una hoguera de San Juan.

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