11 de abril de 2014

Sentimiento, en mayúsculas

Cuando crees que todo está perdido, siempre queda un aliento, una gota de sudor más que dejar caer. Siempre queda una palabra o un grito de ánimo. Queda otro balón por sentir, otro paso que dar y otra banda por correr. ¿Quién ha conseguido marcar gol en la jugada anterior? Nadie puede caminar mirando al pasado, ni volver para arreglarlo. Solo se aprende de él y se corrige, y después, se olvida. Hay que levantarse y seguir. Tirar de corazón cuando las piernas no dan para más, cuando cada inspiración y espiración cuesta un mundo. Ir a cada balón como si fuera el último que tocases en la vida, intentar dar un pase milimétrico y si no sale bien, volver con ganas de intentarlo de nuevo. Es de cobardes no arriesgar. Saber que se puede y echar en el campo todo para que se pueda. Desgartarte en el verde. Porque, qué coño, no hay nada más bonito que el fútbol. No es solo meter goles extraordinarios, es calzarte las botas, hacer la mochila en casa -metiendo en ella ilusión y ganas-, calentar con las ideas de ganar, entregar la vida en cada entrenamiento, no salir de fiesta una noche porque al siguiente día tienes que jugar, perder personas por no tener tiempo, quedarte noches estudiando por haber entrenado por la tarde... Es también una infancia, el ir al parque con el balón siempre en la mano, pasar tardes y tardes dando pases a una simple pared, llegar a casa lleno de tierra... y podría seguir y seguir. Pero sobretodo es sentimiento. El sentimiento de una forma de vida, el sentimiento de amor, de amor por el fútbol.

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