26 de abril de 2014

Háblale de mí

¿Cuántos desvelos has causado en mi noche?
El 20 de marzo, el día de la felicidad, torció su sonrisa ya rota por tu silencio. En el momento en el que la tristeza me evade, el momento en el cualquier paso es pensado, en el que la ilusión se apaga de golpe, es el momento en el que la felicidad te deja de lado.
Pero a veces todo se resume en una sola palabra, en un verso o en una frase. Sí, es complicado, porque no puedes guardar toda la esencia, todo lo que ello implica en algo tan simple, pero encierra el significado que posee para ti.
Ahora, ese verso, esa frase, fomenta tus bases, toda mi esencia se recoge en ti.

Nunca me han gustado los susurros a destiempo, ni el amor como la principal enfermedad de transmisión sexual, pero ábrete en canal y dime lo que sientes.

Besando tu cuerpo hasta desgastarte, arrodillándome al paraíso de tus caderas, dejándo huella en las profundidades de tu cuello.
Tiritar.
No de frío, de amor.
Padecer la crisis a tu lado, nunca de besos.
Desatar las cadenas que nos atan al mundo para atarnos a la cama.

Morir en tus caderas es tan bonito...
Es pasearse del Limbo al Paraíso, quedar sin aliento y resucitar, y volver a intentarlo.

Y ahora... Cuéntame la historia de tu despertar, de tu mirar y de esa boca tan bonita que no para de pedir a gritos un beso.
Ya me tienes sublevada a tu espalda y de rodillas ante tu voz.
Presa de tu boca y esposada a tu sonrisa, corazón.

Porque un domingo sin manta ni café, sin película ni ganas, lo resuelves con un chasquido de dedos.
Si dices que vienes me levanto del sofá, me quito el pijama para recibirte al natural, para hacer de esto un nuevo Big Bang.
Dirán en las noticias que solo la noche vio el asesinato de dos cuerpos matándose a besos.
Publicarán en todos los periódicos la longitud de las ondas de las sábanas al no tener sueño, a que ninguno de los dos quiera dormir.

Y después de todo...

Háblale a ella de mí, y de las cosas que no es capaz de hacerte para verte feliz y yo sí.

Y cuéntaselo con una de esas sonrisas tuyas sinceras, que el recodo del infierno de su pensamiento derrita eso que me cuentas del bailar de sus caderas.

Quédate conmigo, soy capaz de escuchar tu silencio.
Quédate conmigo y elegiré quedarme en la cima de cintura, en el punto más hondo de tus caderas.

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