8 de febrero de 2014

Volcar la noche en ti

Vuelves a dejarme en soledad.
Entre la melancolía y la distancia incierta
de no saber cómo esperarte,
ni dónde.

Vuelves a dejarme caer.

A irte.
Sin mí.

El verso se derrama en el holocausto

que deja tu adiós,
la prosa no presenta espacios,
ni lugar para la duda.

Pies propios de una huida lenta,

pasos lejos de la casualidad
que estábamos esperando.

Con lo que éramos...

Con lo que podríamos haber sido.

Leyendo tu cuerpo en braille.


Encontré cada rincón de él,

me sumergí en el abismo de tu mirada,
grabé cada momento
en medio de la luz de la oscuridad.

Ahora no quedan ni las migajas

de una noche incierta.

Y tú me preguntabas a mí

lo que es el amor,
y yo te respondía:
¿Nunca lo has visto reflejado
en el espejo al despertar?

Porque hoy es uno de esos días

en los que espero que vengas
con la mejor de las sonrisas,
me abraces con los ojos
y susurres que todo va a ir bien.

Que la mejor forma de superar el vértigo

es en la cima de tu cintura.

Ahora se hunde la noche,

y tú ya no lo haces en mi cuerpo.

No derrapas en mis caderas.


He dejado de ser peregrina

del olor que dejas.
Ninguna brújula me marcaba
mejor el camino.

Y es que... 

no hay peor forma de morir.
Ya he caído en el abismo
de la duda.

Además,

la idea de contar estrellas me mata,
no puedo empezar por ti...

Prefiero morir perdiéndome en tus lunares.


Cariño, cae la noche

y con ella esas putas ganas
de volcar la noche en ti.

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