El otro día me levanté
con el propósito de sacarte
una sonrisa,
de crear un momento feliz en tu día.
No lo conseguí.
Tú, tan serio y apagado.
Tan intocable...
Tan cerrado y extraño.
He aprendido a quererte
con la misma intensidad
con la que me quiero a mí
- y tú ya sabes de las magnitudes
de mi amor propio-,
a escuchar como si de tu voz
fuese a salir el secreto de la vida.
Nada es suficiente.
He llegado al punto de conocer mejor
los semáforos de las agonías que camino
que a ti...
Ahora con quien despierto a mi lado
es con la desgana de deja pasar otro día.
Sin ti.
De dejar que pase la vida,
malviviendo.
Cuento los segundos
que la noche me otorga tu recuerdo.
Imagínate...
Si es difícil dormir con algo en la cabeza
con alguien es imposible.
Puta luna que me desvela
para recordarme que te perdí.
Susurré tu nombre a mi almohada
y el recuerdo me devolvió una sonrisa.
En una de esas tantas tinieblas,
ahogada en insomnio,
decidí imaginar lo que sería aburrirme a tu lado.
Mirarnos sin terciar palabra
y mirar al horizonte
marcando nuestro límite
mucho más allá de él.
Por cierto, cuando caí rendida en la cama
me vino tu imagen.
Soñé contigo.
Era bonito...
Qué coño.
Era casi tan precioso como tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario