1 de noviembre de 2013

A tus brazos

Entonces comprendí... Hay noches que acaban volviendo, noches que sin querer se repiten, susurros interminables que taladran tu oído sin opción de taponarlos. Suena una y otra vez la misma cantinela, ya es imposible que el corazón se vaya salvando. Dos, tres, cuatro... tic, toc... Pasan las horas y no hay manera de callar el recuerdo, de bajarme del mundo. Entre botellas, ahí caí. Caí en la verdad sin darme cuenta, en un agujero profundo y deforme... ¿O la tenía? ¿Tenía tu forma? Dime, dímelo tú, que ya no me acuerdo. En la noche, la noche dentro de la noche... La pesadilla en el sueño, o el sueño en la pesadilla. A la propia edad de la noche responde el silencio. Silencio... a las horas en las que tendría que gruñir y comer se esconde, como un pequeño gatito. Sé tigre, hostia... Arrasa y derriba, que ya los muros me los fueron quitando ladrillo a ladrillo. Sedentario miedo poético, que me da ese soliloquio convertido en ocaso. Vértigo final de la tiniebla que me convierte en dramaturgo al mirar tus ojos... Encadéname a tus brazos.

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