23 de enero de 2013

Ecuación de la vida

Últimamente no me entiendo. No entiendo algunas de mis acciones o pensamientos. No tengo ni idea del porqué de ellos. Resulta que creí que mi vida se basaba en una fórmula exacta, en la que si sigues cada paso de esa cuenta llegas a la solución final. Seriamente creo que eso antes me valía. ¿Qué más daba si durante el proceso no terminaba de satisfacerme? Si solo lo que quería era llegar a ese fin.
Poco a poco la fórmula de mi vida consistió en una simple ecuación, de esas que acabas sabiendo que tiene infinitas soluciones. En las que no hay solo una variable, si no hasta tres, cuatro o las que la vida quiera ponerte.
Lo más difícil fue cuando me encontré con dos variables, x e y. Me era muy fácil antes tratar con la x solamente, dependía nada más que de ella misma para completar la ecuación. Apareció la y, que me resquebrajó todas las gráficas. Si se me da bien, puede que una nueva variable me ayude, o puede que me perjudique hasta el punto de no poder llegar a la solución final. Ya surgen más problemas cuando a la vez que te enfrentas a la y, o lidias con ella, intervienen la z o la t. Puedes pensar que ya está bastante difícil con dos incognitas y rendirte, tirar esa cuenta a la basura y volver a tu fórmula anterior, o puedes ir a por esas dos variables nuevas e intentar buscarles solución.
Ahora yo trato de hacerme con las cuatro incognitas, priorizando la y, z y t sobre la x. Haciéndo ver que no hay que ir a por lo facil y a la vez imperfecto, haciéndo ver que en las complejidades de la vida se encuentra la perfección de la felicidad.

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