27 de noviembre de 2012

Peces de ciudad



Nota: me gusta ver la forma en la que la multitud espera el semáforo. Ahí es donde se distinguen las prisas y la timidez de algunos que son educados y ceden el paso. Peatón rojo, peatón verde, peatón rojo, peatón verde, peatón rojo…, verde. Es como el inicio de una carrera cada cinco minutos: preparados, listos, ya. Con cada pasada de pelotón cambia el grupo, diferentes pelos, ropas y diferentes prisas. El niño agarrado de su madre, el agazapado detrás de su abuelo, las mujeres charlando, el garrulo de tirantes, el joven sociable que se aparta, los que discuten como cotorras, los silencios ausentes… Siguiente pelotón y siguientes diferencias. Rojo, ¡verde! Me gusta mirar cómo se disgrega la tropa que espera la señal y se dispersa en racimo por el paso de cebra. Uno a uno. Aún incapaz de contarlos a todos, intento sumar cada montoncito de anónimos antes de que se ponga en rojo otra vez. Me tomo mi tiempo. Soy una mujer que espera. Los peatones se borran cuando pasan la esquina en la que yo me siento a esperar y aparecen otros. Él no. Un desfile de zombis. De fantasmas con alma. Peces de ciudad.

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