11 de noviembre de 2012

No me leas

Así funciona la primera ley fundamental de la seducción. Yo te digo que no me leas, y aquí estás.

Pero es que si voy a más, y te digo que no te interesa nada lo que te voy a contar y que lo dejes ahora mismo, seguirás atado a este texto hasta que lo acabes. Porque si me haces caso, las dudas te asaltarán (¿y si al final decía algo interesante? ¿y si en realidad sí era para mí? ¿y si
no lo era, qué les dice a los demás?) y serán mucho más difíciles de soportar que el tiempo que tardas en leerme.

Somos así. No es que nos guste que nos metan caña. Más bien es que andamos faltos de seducción. Hasta la persona más feliz tiene carencias, y donde hay una carencia, hay una ilusión (hacerla desaparecer), y donde hay una ilusión, hay un deseo latente, listo para que alguien o algo lo despierte. De ahí que el latinajo seducere, en su acepción menos literal, corresponda al verbo descarriar. Nos morimos de ganas de que nos hagan descarriar.

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