20 de noviembre de 2010

C'est la vie


De vez en cuando, un atardecer cualquiera o después de volver de fiesta, te sientas en el sofá y, sin saber por qué, empiezas a recordar y reflexionar sobre cómo pasa el tiempo.
El tiempo, traidor que nos da la puñalada por la espalda, al igual que los amores eternos, creemos será largo pero se nos va de las manos como un niño pequeño de las de su madre al ver un dulce o un juguete. Y sin darte cuenta, la chica que ves pasar en este amanecer es tu prima, cinco años más joven que tú, esa a la que la hacías bromas con los fantasmas y el coco, que ya tiene novio y sale por la noche como tú, que cree que el paso del tiempo no tendrá efecto sobre su piel ni su pensamiento, al igual que tú lo pensabas antes.
Y tu madre, roncando desde la habitación de al lado, o el piso de al lado, estuvo tragándose cuatro horas de tele para ver si llegabas de pieza entera a casa, cuando antes eras tú el que te tragabas tele para ver la luz asomando por la puerta cuando llegaba del trabajo.
La gente cambia. Las personas no somos tan diferentes. ¿Por qué entonces matarnos en guerras?


Y sumergida en estos pensamientos de repente tu padre te toca el hombro y te dice que qué haces durmiéndote en los laureles, que menudos ojos tienes, y que te acuestes de una puñetera vez.

1 comentario:

  1. que razón en tus palabras, el tiempo pasa y todo cambia, y nosotros creemos que a nosotros no nos toca y de repente nos miramos al espejo, solo una miradita y nos damos cuenta de que si pasó por nosotros.

    un beso y un abraso ♥

    saludos y que tengas lindos días (;

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